martes, 20 de enero de 2015

Porno Amateur

El puente (gracias por ir conmigo a las nubes, literalmente. Mucha sidriña con la que a unas nos da por sacar la lengua y pegar sustos "¡¡Buhhh!!" y a otros por escanciarla en la bañera, jaja, mucha lluvia, muchas risas, muchas tapas y muchas cosas y todas buenas), el trabajo (el precario no, el otro. El que me pagan menos que el precario -o sea, nada- pero con el que me siento realizada y aprendo más que en cinco años de carrera), las clases (¡horror! Los exámenes a la vuelta de la esquina y yo con estos pelos...) y los compromisos sociales (¿a qué suena bien?) me han impedido escribir un post en condiciones, perooooo... no quería arrebataros la oportunidad de dirigiros a mí con el fin de FELICITARME y SUBIRME EL EGO (más) un día tan importante como Porno Amateur.

http://www.tubemx.com/

Veintipoquitos. P.D- Gracias, madrugadores, por felicitarme en el post anterior ;-) Ojalá que tuviera valor y decirte que no pasa nada... pero son diez pisos y no hay ascensor hacia el cielo del que tú me hablas...

El viernes di un paseo precioso acompañado de mis gafas azules y mis ganas de disfrutar de la ciudad. Me fijé en cosas que jamás había ni siquiera mirado y sonreí con bebés, gatos, luces y ojos. Cuando volvía, me crucé con unos cien médicos y sus batas blancas (deduzco que del MIR por lo jóvenes que eran todos) que protestaban por lo poco que cobran la hora (6'15, aunque mi compi no entienda sus quejas porque nosotros cobramos menos -pero no mucho menos-. Ya le expliqué yo la diferencia entre salvar vidas y... lo que hacemos nosotros, vamos) Me encantó encontrármelos porque gracias a ellos he descubierto el morbo que me dan las batas blancas y no podía dejar de mirarles: la cara, los ojos, la bata.

Después de tanto mirar, establecí contacto visual con uno de ellos (es que mi abrigo negro también da mucho morbo...) que al ver que les observaba tan interesada (por la causa, por la causa...) me dio uno de los carteles que llevaba en la mano para colgar por las paredes. Yo le sonreí y él me guiñó un ojo, pero sin dejar de andar, cada uno en una dirección, girando la cabeza hacia la dirección contraria, donde estaba el otro, como no perdiéndonos de vista durante un rato.
Y volví pensando que no quiero que se esfume nunca esta capacidad de hacer de un instante tan fugaz algo así, que puede sorprenderme, alegrarme, gustarme. Aunque olvidara la cara del chico cinco minutos después porque eso... no era lo importante.
-Pareces una niña pequeña que ve todo esto por primera vez, -me dijeron la semana pasada en la plaza de la Reina.